Cuaando éramos los Legionarios del Amarrao, cuadrilla gorda y maciza donde las haya. Con un espíritu de sufrimiento de su gente de abajo impresionante, donde ese paso repartía cera por todos lados, donde nos faltaba gente por palos, pero hay abajo había casta para dar y regalar.
Que reto el de aquel año 2005, paso nuevo, cuadrilla más amplia, hubo habladurías de que los niños no llegabamos con ese paso a la puerta del Hospital, y allí estuvimos y lo presentamos, y los zancos venían de recogida más arriba que en la salida, hubo uno que se hechó las manos a la cabeza, de como venían de derechos esos niños, del paseón que le habían dado al Señor, y ese Aceituno repitiendonos debajo de las trabajaderas vamos más arriba mis Legionarios, era imposible ir más derecho, nos tenían que haber puesto tacones.
Ortodoxia a la hora de andar con el paso, no sé. Corazón a raudales, compañerismo a muerte, unión, camaradería, y así un sin fin de cosas.
Que suerte la mía, y mi padre y Javi comandando ese paso, a esos Legionarios que sabían que iban cada Jueves Santo a sudor y sangre, y no se arrugaban por muchos kilos que le calleran en todo lo alto. Esos dos Capataces, más tarde fueron mis compañeros, que más se puede pedir, tuve la suerte y el honor de pertenecer siendo un niño a esa cuadrilla de la vieja guardia, pero esa ya es otra historia que un día contaré.
Aunque no fue el primer paso que trabajé, si fue mi primera cuadrilla, y mis primeros años como costalero, creo que esa cuadrilla me marcó para bien, en mi forma de trabajar los pasos, de no rehuir los kilos cuando llegan, de buscarlos y envolverme con ellos en la pelea, de hacer de mi cuadrilla mi familia, mi gente, de buscar esa unión entre peones y capataz, y en mi forma de trabajar los pasos como capataz, siempre fiel a mi gente y en todo instante al lado de ellos, pues ellos lo son todo para mí.
Gracias Legionarios, por que al lado vuestra, supe, aprendí el oficio y me hice Costalero.
